domingo, 28 de agosto de 2011

EN ROJOS MADUROS



El fruto más deseado,
el que deshace en azúcares,
sabe a fruto maduro en tus labios.

Tú buscabas un amor
yo en mi boca guardaba
la dulzura de una roja acerola.

Tú buscabas un sabor
yo me recosté sobre tu pecho
toqué tus latidos y directo al vuelo
en una nube fuimos la savia
de una fruta roja.

Ataviados de fuego los latidos,
se me hacía pequeño el cielo
si no lograba mirarlo desde tus ojos.

Fruto maduro es tu amor
yo las dulces gotitas del inesperado beso
sabor a rocío mañanero matizado
por la frescura del campo y su cielo.

Guarda la dulce fruta un delirio
anidado en sus adentros
fruto maduro es tu amor
yo la acerola mordida
entre tus labios.

miércoles, 24 de agosto de 2011

QUIZÁ…



Será  que no sé de quebrantos
que me negué a cerrar los ojos
será que mi alma se había acostumbrado
al giro de este sollozo.

Será…
que solo te imagino
donde siempre has estado,
en el destello etéreo de mi mirada.

Será...
que nunca te vi partir
no quise amarrarme quizá
a este taciturno adiós.

Será...
por eso que no te lloro
que en mi cielo te guardo
te sostengo en mis manos
te acurruco en mis labios

¿Será mi amor?

Yo estoy.
Vos estás.

¿Será tu amor?

SILENCIO


A veces quisiera...
abrazarlo nuevamente
besar sus tristezas
acunarlo en mi pecho
arrancarle esa sonrisa
que se niega a ser feliz
jugar con su cabello como
si fueran hilos entre mis dedos
colorearle un cielo azul matiz
bajar dos estrellas para sus ojos
que sean la luz en sus pupilas
perderme en su mirada
ser otra vez la mujer
la que él con el cincel
henchido de pasiones
fue tallando entre mis pliegues
para vestirlos de sueños
A veces quisiera...
Pero por igual ahora
me silencia un llanto
me deshago en ausencias
en sombras de un ayer
de un hoy
de un mañana
de un tal vez

¡Yo quisiera!

miércoles, 10 de agosto de 2011

PESTAÑEANDO



Abría y cerraba los ojos en un sutil y extraño letargo,
tal pareciera que estuviera suspirando por entre las pestañas.
Cerraba los ojos y era como si un atolondrado trueno
retumbara por los recovecos de su alma.
Los abría y un inaudible ronroneo los asaltaba.

A instancias parecía que parpadearan relámpagos,
de tanto suspiro escurriéndose entre mirada y mirada.
Cerraba los ojos y su boca tomaba la forma de una media luna.
Los abría y de repente se transformaba en piquito de pichón.

Se veía tan graciosita.
Murmuraba la gente al verla enajenada:
“¡Esta mujercita está hablando de amor!”

¡Se veía tan bonita!
Como un rubor.
Como cuando la flor abre su capullo y lo ofrenda al sol.
Se veía vestida de luna y destellos de sol.
Se veía en sus pupilas un llanto de amor…
En sus arrugas duelen las huellas de algún desamor.
Loca loquita deambula su espera.

¡Por Dios!

El amor habla, a veces, idiomas de Babel...