Mal amor…
como pregonero de esquina procuras venderme
múltiples estruendos de poética borrachera
tras la quebradiza existencia de un romance
que no consumó pieles ni voz más allá de la tuya.
Mal querida…
en el preciso momento en que me bebiste primavera
amargo formulaste el ofertorio de pasiones
con los que jugabas rimas y sonrisas cada tarde
desde los pliegues mismos de tus pantalones.
Ahora...
en estos grises días, tardíos ya de reconciliación
invocas rezos que irónicos claman a viva sangre y voz
que no has olvidado, pero lo que has olvidado amor es
que la retórica de una pasión no forzosamente
supone una llamada…
¿Por qué llegaste si no te ibas a quedar?
¡Si esa tranquila tarde de un martes pestañeaba yo
tonterías que nada tenían que ver con el amor!
Mal herida…
ahora destilan amargos esos empapelados labios
que apurados siempre retumbaron en los pliegues de mi locura.
Estúpida. Por llorar el peso de un abandono. Quizá deba hacer una pira
para que se consuma olvido toda tu presencia y procurarme un nuevo amor.
(Un nuevo concierto con nuevos placeres
y sin más dolor...)
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