A veces me aturdía el dolor.
Sollozaba mi soledad
como si fuera la única del mundo.
Cayendo de mi pecho el cielo
por el peso de su propia zozobra,
se descubría torrencial rocío.
Mis ojos tan nublados de ti…
Sin saber nada de silencios,
anidaba el gozo de ver
que cada lágrima vertida
te abrazaba con un corazón propio.
Así, dulce tierno delicado,
salías de mi cuerpo
hasta tocar el suelo y
depositarte ahí .
Esa jubilosa certeza de que
cada vertido cristal de mi alma
bautizaría en fértiles primaveras
la tierra que mojaba.
Entonces
brotaría mi amor
margaritas
rosas
azucenas.
En cada flor
tu mirada
tu esencia
tu aliento
atrapados
en pétalos
para mí… Autor: Luz María López
© todos los derechos reservados
Un cierre dulce y bonito... Gracias por compartir.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.